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ciencia ficción

DESDE LA PENUMBRA

2014 10 02 CARTEL ARGOT

 

 


 

Huuummm. Me he dormido… Pero…¿dónde estoy? Obviamente
esto es una sala de espera. Pero… ¿de dónde? Todas son
iguales: con reproducciones de cuadros famosos, sofás desgastados,
unas mesitas bajas que no hacen juego… solo que
aquí no hay revistas. Hay gente a mi alrededor. ¡Qué vergüenza!
No me gusta que me miren mientras duermo.
¿Cómo he llegado hasta aquí? No lo recuerdo. Había ido
a… ¡No… espera! Yo tenía unas bolsas de compra. Iba de compras
y… llegué hasta aquí despistada. ¿Dónde es «aquí»? ¿El
dentista? ¿La ginecóloga? No, ellos tienen una sala de espera
pintada en verde, para relajar a los pacientes. ¿Puede que sea
la del oftalmólogo? No recuerdo que tuviera cita.
No recuerdo nada.
Puedo preguntar a los demás, pero pensarán que estoy
loca. «¿Sabe usted qué consulta es esta?» O bien: «¿Qué le parece
este doctor? ¿Está contento?» Puuuf. No me decido. En
cuanto me llamen, entraré y ya está. ¡Sorpresa! Pero, ¿dónde
están mis bolsas de compras? ¿Me habrán robado mientras
dormía? Esto es muy raro… muy, muy raro…
No sé qué hora es. No llevo reloj. ¿También me han robado
mi reloj? No hay ventanas, no sé si es de día o de noche. No
creo que sea muy tarde, la mayoría de consultas cierran a las
ocho de la tarde… y aquí hay pacientes para rato. Ese hombre
ni siquiera se ha cambiado. Ha venido de la obra hasta aquí
directamente. Lleva la ropa manchada de yeso. Debe de estar
cansado, también parece dormido. Y aquel chico… ¡Oh! Está
manchado de sangre, puede que se haya hecho daño y viene
a curarse. Y aquella mujer mayor… parece muy triste… parece
que está a punto de llorar. Podría ir a consolarla, pero …

DESDE LA PENUMBRA

 

 

 

portada
Desde la penumbra – M. Carmen Castillo Peñarrocha

La sala de espera le causaba un gran desasosiego… No recordaba cuándo había llegado ahí, ni por qué motivo. Pero sí que sabía que tenía que tomar la decisión más importante de su vida. O de su muerte.

Pase al despacho, por favor. Cuando los empleados escuchaban esas palabras, se echaban a temblar. Mantener su puesto de trabajo en una época como esta, era una cuestión vital.

La bruja de San Telmo fue su obsesión: averiguar qué ocurrió en ese pueblo que, como tantos otros, acusó de brujería a la mujer que, con sus ungüentos y pociones, había velado por la salud de todos.

El poder. Sí, ella lo sentía. Sentía su fuerza. Sabía que podía controlar y doblegar a todo el mundo. ¿A todo el mundo?

 

Desde la penumbra, cuatro relatos inquietantes de M. Carmen Castillo Peñarrocha.

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