Camila toma posesión de su nuevo puesto de trabajo en un asilo aislado, pastoril, en el que las apariencias son solo eso, apariencias. Lentamente va descubriendo que la realidad no encaja con sus civilizadas expectati- vas: frustrada, trata de oponerse y vencer la resistencia de una ristra de personajes esquivos y extraños, que conforman la verdad del lugar. Sin embargo, arrastrada por la indolencia general, tampoco tarda demasiado tiempo en abandonarse a las mieles de un verano que parece eterno.

Calcedo, alejado aquí de su territorio más acotado y familiar, el de los rela- tos (él mismo considera sus novelas accidentes, descansos en el peregri- naje de los breve), rinde homenaje a los mitos más ancestrales del fantás- tico sin coartadas y con placer absoluto: el mal, la fatalidad, el destino… De los títulos de la Hammer Films o el cine de Jacques Tourneur, pasando por toda esa literatura gótica que ha concentrado nuestras pesadillas como lectores. Pero no se trata solamente de un pastiche convencido y feliz. Más allá de su arquitectura clásica y su gozoso uso de las conven- ciones, Senectus es una reflexión sobre la edad y las viejas amistades, un melancólico paseo por la exclusión, el hecho de ser diferente. El horror deviene poesía y las pérdidas, como comprende finalmente nuestra que- rida Camila, son también enseñanzas. Aunque para ello, como dictan las normas del género, tenga que sentir el desgarro de todo su ser y recibir la purificación del fuego…